La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado que la contaminación ambiental ocasiona la muerte de más de 9756 personas al año en Argentina.
No es una cifra para pasar por alto. Los números podrían incrementarse si no se toman las medidas urgentes.
Los vertidos arrojados por centros petroquímicos en los ríos y lagos, las descargas cloacales que generan abundancia de materia orgánica en las aguas llenándolas de toxinas nocivas, o la gestión deficiente de los residuos sólidos urbanos son algunos de los principales problemas.
No es casual que Argentina sea uno de los 10 países más contaminados de América Latina.
Y hablar de contaminación es hablar de enfermedades.
Infecciones agudas en las vías respiratorias, neumopatías obstructivas crónicas, cardiopatías isquémicas, diarreas o accidentes cerebrovasculares son patologías vinculadas al deterioro de la calidad del ambiente.
Ya es imposible negar que el aire, los suelos y el agua de Argentina son seriamente afectados por la contaminación ambiental.
Las industrias de esa nación, que producen enormes cantidades de gases de efecto invernadero, son también un polo de contaminación de las aguas. Pero no son las únicas.
La utilización de pesticidas y fertilizantes dañan cursos de agua en cientos de lugares.
Pero ¿por dónde comenzar a hacer cambios? Posiblemente por una gran ciudad como Buenos Aires, cuyo problema de contaminación atmosférica afecta la salud de la población, la vegetación, los materiales y el ambiente.
Contaminación y condiciones meteorológicas
La interacción entre la liberación de contaminantes y las condiciones meteorológicas, son las que determinan la calidad del aire en la ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con una investigación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El estudio concluyó que las condiciones más favorables para la dispersión de contaminantes en la capital argentina se originan en las estaciones cálidas, específicamente durante las horas diurnas, cuando se intensifican las velocidades del viento y las condiciones de fluctuación.
Las principales fuentes de descarga de contaminantes a la atmósfera de Buenos Aires son el intenso tránsito automotor, las industrias adyacentes al casco urbano y tres centrales termoeléctricas situadas sobre la costa del río.
La investigación de la UBA explica que como la atmósfera es el medio al que se liberan los contaminantes la dispersión de las descargas depende en gran medida de cuantificaciones meteorológicas en el momento de la descarga.
Es decir, la concentración de los contaminantes se reduce cuando se dispersan en la atmósfera, y este proceso se conecta directamente con la temperatura del aire, la velocidad, la dirección del viento y la estabilidad atmosférica.
Para hacerlo más claro, las condiciones meteorológicas en la ciudad de Buenos Aires pueden hacer que los contaminantes atmosféricos se diseminen, y esto, por supuesto, afecta la calidad del aire que respiran sus habitantes.
Las grandes industrias
En la capital argentina uno de los principales focos de contaminación es un polo petroquímico situado en Ensenada, el cual emite multiplicidad de gases. Las alergias e irritación en los ojos son muy frecuentes en los habitantes de la zona.
Los escapes del Polo Petroquímico Bahía Blanca provocan efectos similares en la población.
Por otro lado se ha denunciado que el Río de la Plata, el Luján y el Matanza, que atraviesan amplias zonas donde habitan millones de personas, sufren un significativo nivel de contaminación.
Los vertidos cloacales, desechos líquidos, gaseosos y sólidos derramados clandestinamente por las grandes industrias son la causa de una diversidad de enfermedades.
Por si fuera poco, pesticidas y fertilizantes ya afectaron los cursos de agua de distritos de la cuenca del Salado.
Más allá de la capital
Pero eso es únicamente en Buenos Aires. Lo cierto es que existen problemas similares en las 25 provincias argentinas.
En la mayoría de ellas se observan delicadas situaciones sin solventar y, según lo han indicado organizaciones ambientalistas, pocas regiones cuentan con una política ambiental sustentable.
En Córdoba, las descargas cloacales de once municipios en el lago San Roque lo ubican en el nada honroso tercer lugar del ranking de contaminación de Argentina.
La situación es grave porque la desproporción de materia orgánica crea un tipo de algas que contienen peligrosas toxinas, que atacan el hígado y el sistema nervioso.
Más grave aún es que esas toxinas no se eliminan con los sistemas usuales de potabilización.
¿Qué hacer?
Para los argentinos es urgente terminar con las descargas cloacales que forman un excedente de materia orgánica en las aguas con toxinas nocivas para la salud.
Del mismo modo, la gestión de los residuos sólidos urbanos es otra tarea que debe acometerse con la mayor prontitud. La mejor medida debe ser generar menos residuos y reutilizarlos o reciclarlos.
En el sector agropecuario es primordial instrumentar un modelo sostenible, que evite el uso de pesticidas y fertilizantes que perturban negativamente napas y cursos de agua en todos los municipios.
A nivel personal, son muchas las cosas que pueden hacerse, entre ellas, hacer un mayor uso del colectivo, utilizar bombillas y luminarias de bajo consumo, desarrollar el turismo sustentable, más caminatas y más uso de la bicicleta o la utilización inteligente de las redes sociales para crear consciencia.
Lo primero es comprender lo preocupante de este mapa de la contaminación en Argentina para entonces tomar acción.